martes, 17 de abril de 2012

Un mañana mejor II (Ahora es personal)

El San Bernardo caminaba perezosamente sobre el devastado paramo. Evaluación inicial: Profesional altamente preparado. Una máquina de guerra perfecta. Recordé como intentaron convertirme en lo más parecido a un asesino implacable. Inyecciones de células madre diarias para conseguir una regeneración inmediata de cualquier daño. Intentos de recubrir mis huesos con un exoesqueleto virtualmente indestructible. Garras retractiles ocultas en el dorso de la mano. Dos conclusiones. Leían demasiados comics. Y nunca te fíes de una subcontrata.

Resultados del doloroso procedimiento. Inyecciones diarias de una mezcla de solución salina y laxante: Colón limpio (siempre es una preocupación menos), irritación anal y un profundo odio hacia los ingenieros genéticos que me procuraron el procedimiento. Regeneración parcial de células epiteliales en fase tres del proyecto, la crema exfoliante había dejado los poros limpios. Odio hacia los ingenieros: sofocado.

Exoesqueleto indestructible: La mayor cantidad de fotógrafos que había visto en mi vida me cegaba con sus flashes mientras el concejal de urbanismo y la ministra de igualdad posaban con sonrisa de satisfacción. Por mi parte logre una esbozar una mueca mientras yacía tendida sobre una mesa de quirófano. Juntaron las manos e hicieron una dolorosa incisión en el vientre con el bisturí mientras los presentes aplaudían. Instantes después todos, equipo médico incluido, desparecieron. Dejándome absorto en lo que ampulosamente denominaría “mis pensamientos”. Logre inclinar la cabeza hacia arriba, y para mi sorpresa me encontré con una pegatina sobre el lado del vientre que no me habían rebanado. En ella observe la fecha de finalización del proyecto y el presupuesto para tal acometida. Tiempo más tarde me comentaron como el presupuesto se elevo diez veces más de lo proyectado pese a que únicamente me colocaron velcro en la herida abierta como forma de cerrar la herida.

Por lo visto también hubo problemas con los cimientos al estar sobre una superficie arenosa y la inesperada construcción de rotondas a lo largo del intestino grueso y de diferentes arterias y venas. Dijeron que así solucionaron posibles problemas circulatorios.

Clara conclusión: Si quieres que algo salga bien procura que no haya políticos por medio.

Garras retractiles ocultas en el dorso de la mano: Según el médico de la seguridad social “Operación a plena satisfacción”. Soldaron en cada mano una navaja multiusos, de tal manera que al doblar la mano hacia abajo lograba que asomasen un tenedor, una cuchara o un palillo para los dientes. Quede especialmente satisfecho de los resultados pese a que no lograba controlar tan avanzada tecnología y por ende la herramienta que asomase era por puro azar y no por deseo de sacar ese utensilio en concreto. Había que reconocer que cuando utilizaba ese mortal arma mi aspecto resultaba insultantemente amenazador. Para redondear el elemento disuasorio me deje las patillas largas.

Vuelta al presente. Cuando creía que no aguantaría más la visión del bamboleo testicular de la amenaza extraterrestre logre divisar construcciones alienígenas. Tejados a dos aguas y paredes de ocumen toscamente pintados de llamativos colores. Todas parecían tener una única entrada con forma de puerta pero sin puerta. Tome nota mental. Los habitantes parecían tipos confiados…o habían logrado erradicar la subcultura criminal tan propia de mi planeta de origen. Todo apuntaba a una civilización avanzada.

Con la mandíbula tensa apreté los puños hasta notar el arma multiusos apretándose contra la piel. La teoría de la evolución me enseño que las especies más dotadas sobrevivían. Y no me refería a los bamboleantes testículos del San Bernardo. O creo que no. Nunca leí “El origen de las especies”. Rece porque esta nueva y extraña raza también hubiese aprovechado las clases de ‘Ciencias Naturales’ del nuevo plan de estudios para intentar ligar con la compañera de pupitre mediante la capacidad para escupir un chicle al aire y lograr recogerlo con la boca (en ocasiones sin mediar rebotes contra el suelo).

El San Bernardo me guio hasta una caseta de techo alto. A estas alturas estaba ya rodeado por extraterrestres que meneaban la cola trasera de un lado hacia otro. Tal vez un intento de lograr cobertura. Quizás una muestra más de lo evolucionado de su sistema de comunicaciones. Momento de probar a comunicarse con ellos. Y una siempre agradecida oportunidad para bajarme los pantalones. Por una vez estaba justificado.

Saque mi aparato genital y probé a moverlo de un lado a otro. Gracias a unos generosos golpes de cadera el miembro realizo escorzos y giros nunca antes logrados hasta la fecha. Redondee la actuación poniéndome de perfil y haciendo sombras chinescas únicamente con él y sus dos fieles acompañantes. Ante la escasez de personajes de que disponía interprete “Esperando a Godot”. Era como volver a estar en la representación navideña del instituto.

Cuando acabe mire a mí alrededor en busca de una respuesta a mi proposición de paz. Solo encontré indiferencia. Un perro olisqueaba el trasero de otro con deleite, varios de ellos dormitaban sin fingir interés alguno y el resto se ladraban en una discusión sin interés alguno. Removí en mi memoria. Tal vez se tratase de un rito ancestral ya realizado por los primeros homínidos. Algo que diese lugar a comportamientos tan primitivos debía tener un símil terrícola. Lo acabe encontrando. Imágenes que llenaban de desolación e indignación a la gente. Impotencia ante la estulticia (era mi palabra del día) que contemplaban a intervalos regulares. Una siniestra sombra que reclamaba parte de sus bienes para tan pernicioso espectáculo. Me hallaba sin duda ante un Congreso de Diputados.

1 comentario:

  1. ¡La madre! Aun tengo que decidir si eres un loco o un genio, porque entre tanto absurdo aparentemente sin sentido... ¡no dejas títere sin cabeza!

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