viernes, 13 de abril de 2012

Soy socio del club del tintorro



y con sus productos me congratulo o como pisar el tema a una compañera de blog.

Mi compañera Kasumi en su blog resumiendotodo.blogspot.com, y sin duda influenciada por la imprescindible lectura del mío, comenta el ‘particular’ sistema de venta de “El Club del Tintorro”. Básicamente, y a grandes rasgos, consiste en tener que ponerte en contacto con ellos para expresarles que no estás interesado (tras realizar la correspondiente oferta de inscripción inicial) en los magníficos caldos que van ofertándote mes a mes.

No es la intención de este humilde bloguero censurar a “El Club del Tintorro”, cuya reputación y fama es sobradamente conocida por todos. Sus anuncios anuales de Nochevieja con estrellas de cine o personalidades mundialmente conocidas son prueba del buen hacer de esta empresa. Ni, por supuesto, llevar la contraria a la ministra de Sanidad cuyos comentarios sobre el saludable arte del ‘Botellón’ me inspiraron a tener hábitos de vida más saludables.

Todos conocemos la decisiva influencia que este sano y colorista arte tuvo en la ministra de Igualdad para proponer la creación de bibliotecas para mujeres (“Con la de mazo de igualdad que supone” como bien afirmo en el Congreso) o lo decisivo que ha sido en general para la magna clase política de nuestro país en cuanto a toma de decisiones.


No amigos y escasos lectores. No es esa mi intención. El abuso del alcohol es el verdadero motor de nuestro país y seria antipatriótico reprobarlo. Son las ofertas gancho lo que sin duda me hacen estar aquí delante del teclado.


Después de leer lo que mi compañera comentaba en el blog (en realidad solo el titular) me abalance sobre el teléfono dispuesto a realizar un pedido. Cena con compañeros de trabajo en mi casa, auto invitación del jefe y obvias intenciones de impresionar. Motivación suficiente como para tirar de préstamo bancario y pedir cuatro bricks de “El achispado feliz” para regar la paloma que logre cazar después de drogarla y dos de “Le Déplorable” a modo de postre.
Por supuesto, y como no podía ser de otra forma después de tan refinado agasajo para los sentidos, con ello alcance un éxito total recibiendo todo tipo de vítores tanto por parte de compañeros como de viejos amigos de “La cocina económica” allí reunidos para la ocasión.



Durante los meses siguientes tuve ocasión de comprobar el funcionamiento de “El club de los tintorros”. Podría explicarlo con mis propias palabras pero seamos sinceros…soy vago (copio el tema de una compañera, no se dé que os sorprendéis). De forma que…que mejor manera de esclarecerlo que cortando y pegando lo que mi compañera Kasumi explica: todos los meses enviaban 2 ofertas de vinos (cuyo precio total era de unos 25 euros aproximadamente) y si en un plazo determinado no te comunicabas con ellos para decirles que NO estabas interesado, ellos entendían que los comprabas y te los enviaban a casa. (Por cierto, ahora entiendo porque los libros de Dan Brown son tan largos).

RESULTADO EN GOOGLE IMAGENES DE LA BUSQUEDA "TETRA BRICK"...Quizás lo escribí mal
Comprendo que pueda parecerle una suerte de método de venta ilícita a personas sin cultura, preparación, bagaje vital o mentes menos privilegiadas que la mía (FP grado medio en solo tres años) pero…después de haber estado en el paraíso y observado sus cristalinas y puras fuentes…haber regurgitado sus exquisitas aguas…y haber probado como resultaban suaves al paladar, con el grado de acidez convenientemente equilibrado y haberse embebido del aroma de barrica de pino en que ha sido convenientemente maceradas…¿A quién no le habría pasado como a un humilde servidor? Sintiendo que con cada NO, lo que en realidad negabas era tu propia existencia. Tu razón de ser. Como si rechazases cada célula de tu cuerpo. Como si dieses la espalda a la única mujer en el mundo que te comprenderá y querrá por ser lo que eres…no por lo que aparentas ser.


Dando la negativa a “El club del tintorro” me di cuenta a que decía realmente no.


Decía no a mi felicidad.


Ellos lo supieron antes que yo. No era un truco barato para estafarte 25 euros al mes. Era porque estaban seguros de las bondades de su producto. Era darte un paseo por el cielo para después dejarte a sus puertas sin haberte sellado en la mano.


Ojala nunca hubiese conocido ese club. Todo resulta falso, artificial y brumoso desde entonces.


En definitiva amigos, comprendí que el mismo camino que lleva al paraíso…lleva también al infierno.

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