viernes, 1 de noviembre de 2013

6

-          ¿Cual es el motivo de su visita?

Tanya le miraba curiosa y sin disimulo. El salón que les acogía estaba escasamente decorado y sin fotos personales a la vista. Sobre la mesa de caoba que les separaba reposaba únicamente un cenicero de cristal. McCormick decidió abordarla directamente.

-          Esta tarde hemos encontrado al Congresista Evan Davis muerto por un disparo en la cabeza- dijo siendo ahora él quien la estudiaba.

Tanya sacó un cigarrillo y se lo llevó a los labios. Continuaba con la vista fija en él, inexpresiva. McCormick sacó una caja de cerillas, prendió una e inclinándose sobre la mesa se lo encendió. Ella se lo agradeció con una leve inclinación de cabeza.

-          ¿Es que no cree en los mecheros?
-          Le diré en lo que creo- comenzó a responder acomodándose en el sofá- Si yo estoy aquí, podrían haber tomado sin problemas este camino otras personas. Si al congresista le han matado los que tengo en mente…probablemente van a querer eliminar a cualquiera que haya respirado, hablado o estado cerca de él en cualquier ocasión. Todo esto me lleva a la pregunta de por qué parece usted tan tranquila. No sólo han matado a alguien cercano a usted, sino que podría estar en peligro. No sé…- hizo una premeditada pausa para que las palabras fuesen calando en Tanya- ¿Qué pensaría en mi lugar?

Tanya se reclinó y apoyó perezosamente la cabeza sobre la mano mientras jugueteaba con un mechón rebelde.

-          Para eso tendría que saber algo más de usted.
-          Soy Agente Federal- respondió cortante.
-          ¿Y qué más?
-          No hay más.
-          ¿Y qué es lo que esta buscando?
-          Respuestas.
-          Sabe perfectamente que no le preguntaba por eso- respondió mientras continuaba mirándole a través del humo del cigarro.

McCormick resopló impacientemente y posó por casualidad la vista en una litografía que rezaba “El grito. 1893”.

-          No tengo edad para ir dando azotes- replicó en tono recriminatorio.

Tanya se inclinó hacia delante apoyando los codos en las rodillas y, sin dejar de mirarle, esbozó una media sonrisa.

Yo todavía la tengo para recibirlos- respondió casi en un susurro.

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