D’Amalia no dudo
en esperar sentado frente al Morris Hotel que Crissy acabase su jornada de
trabajo. Un manto oscuro le cubría pese a que el sol todavía se posaba lánguidamente
sobre el mar. Las olas fluían silenciosas, casi inmóviles, salpicando viscosa
espuma. Rodeando el aire y dando la sensación de envolver el anaranjado cielo.
Las rocas, el agua…Todo parecía haberse convertido en un espejo que nunca jamás
devolvería la imagen y una orilla que solo aceptaría personas para devolver
cadáveres. La calma no era sino un sordo aullido de desolación elevándose en
una confusa brisa. Las sensaciones culminaron con un acelerado estallido en su
cabeza que le dejó helado y con rostro espantado. Todo se había ido,
desaparecido. Sin ecos, surcos en el mundo ni sombras en la tierra. El sol se
disolvió en el mar dejándole ciego.
Se quedo así.
Un instante. Mientras todo su ser era corroído en esa tierra de nadie.
Ella no aparecería
esa vez. Ni nunca más.
Se fue de la
playa y se mezcló entre la gente. En esa cita no hubo roce, susurros, miradas
ni palabras.
Solo recuerdos…
Solo dolor.
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