viernes, 8 de noviembre de 2013

10

Subió en ascensor desde el aparcamiento subterráneo hasta el centro de operaciones. En el segundo piso de una de las dos torres de seis pisos del Edificio Federal Hoover. El edificio con aspecto de campus universitario le pareció amenazante por primera vez desde que trabajaba allí. Era sin duda un día de sensaciones extrañas. La señal de alarma en su cabeza se había instalado allí desde la visita a la casa del congresista y parecía dispuesta a ser su compañera de viaje en lo que quedaba de día.

            Llegó a su piso y caminó presurosamente sobre el escudo del FBI mientras observaba a los agentes que trabajaban, con la cabeza agachada, en los cubículos abiertos con forma de cuadrícula que se extendían ante él.

-          Tienes problemas- escuchó decir a sus espaldas.

Se dio la vuelta para encontrarse con esa media sonrisa de Meiyar que solía significar lo que acababa de escuchar.

-          ¿Por qué me da que disfrutas con ello?
-          Porque así es- respondió ampliando la sonrisa- Parker quiere verte.
-          Supongo que no será para darme un beso de buenas noches- resoplo McCormick mirando el reloj- ¿Dónde está Lewis?
-          Parece que se ha ido a Maryland.

“¿Qué hace en Maryland con los problemas que tenemos aquí?” pensó McCormick mientras se dirigía hacia el ascensor.

-          ¿Sacaste algo en limpio de la visita a Tanya Berry?
-          Sí- respondió McCormick mientras apretaba el botón del cuarto piso- Le gusta que la azoten.

“¿Y a quién no?” pensó Meiyar observando como se cerraba la puerta.

            El ascensor anunció con un pitido el final de su corto trayecto. Salió y avanzó por el suelo de mármol hasta llegar a su despacho. La camiseta blanca no era la mejor forma de presentarse ante Parker, alguien que antes de subirse la cremallera consultaba el manual de protocolos de actuación del FBI. Cerró la puerta y se fue hacia la taquilla que tenía en una de las esquinas para sacar una camisa azul y una americana.

Escuchó el golpear de unos nudillos contra la puerta y esperó a ponerse la camisa antes de darse la vuelta. La doctora Holly Stevens, con los brazos cruzados, le miraba desde detrás de sus gafas.

-          Tenemos que hablar Jeff.
-          Ahora no puedo, Parker me espera.

Holly miró a ambos lados del pasillo antes de cerrar la puerta y clavar la mirada en McCormick.

-          También a mí.

Permaneció congelado por unos instantes con la mirada baja antes de continuar abotonándose la camisa.

-          ¿Qué es lo que va a escuchar?
-          Tengo el deber de informar si alguien es un peligro potencial para la agencia.
-          Entonces estás en el despacho equivocado.

La doctora se tocó las gafas incómoda.

-          Todos estamos afectados por los atentados recientes. Comprendo que no es fácil asimilar la perdida de tantos compañeros. Hago mi trabajo Jeff…- dijo en tono casi de confidencia- al igual que tú. Solo trato de evaluar si estáis en perfectas condiciones para que podáis seguir haciéndolo.

McCormick se puso la americana y se acercó a la doctora, tanto que ésta, intimidada, dio un paso atrás.

-          ¿Qué pretenden que evalúes? Nos exigen que seamos perfectos en un mundo que no lo es.

Abrió la puerta y volvió al ascensor. Apretó el botón del seis y se metió la camisa por dentro. Sonó un pitido para después escuchar el siseo de la puerta mientras se hacia a un lado. Caminó con calma hasta llegar a la mesa de la secretaria de Parker.

-          Agente McCormick.

Mientras escuchaba el murmullo de la secretaria hablando se fijo en las enormes letras de la puerta: FRANK PARKER-DIRECTOR ASOCIADO CONTRATERRORISMO FBI.

-          Adelante- le señalo amablemente la secretaria.

Se sentó enfrente de Frank Parker. Estaba formando un triángulo con las manos unidas únicamente por las yemas de los dedos. El amplio despacho estaba escasamente iluminado por la lámpara que había encima de la mesa. Las sombras le formaban un vacío en las cuencas de los ojos hasta que se inclinó hacia delante permitiendo que McCormick le observase con la mirada baja.

McCormick considero prioritario informarle sobre los recientes sucesos. Se llevó un cigarrillo a la boca y lo prendió con una cerilla.

-          El análisis forense ha determinado que el tipo de munición con que se ejecutó al Congresista Evan Davis era una semiblindada desfragmentada. Tenemos a una amiga suya, la clara firma del asesino por la forma de ejecutarlo y una British 9 como hilos de los que empezar a tirar…

Parker levantó la mano en un desagradable gesto de autoridad para hacerle callar. Empezó a hablar sin levantar la mirada.

-          Evan Davis no ha sido la víctima agente McCormick, ha sido el verdugo.
-          ¿De qué está hablando?- preguntó confuso.

Parker levantó la vista por primera vez y abrió los brazos con las palmas de las manos hacia arriba.

-          Siete días. Hoy hace siete días. ¿Sabía que los perros aúllan cuando creen que la muerte ronda cerca de ellos? Tienen una relación especial con ella agente McCormick, perciben cuando esa sangre que está siendo derramada es la antesala del vacío. Hace siete días que la Yiser ha llenado las calles de sangre mezclada con Nitrato Amónico. Centros de diagnóstico, zonas residenciales, coches explotando, edificios cayendo, metralla mutilando… ¿Sabe lo que tenemos ahora?- se levanto y comenzó a pasear entre las penumbras del despacho- Un montón de ejecutores esperando a que un golpe de mazo los lleve a la silla eléctrica y un montón de ciudadanos preocupados porque no ven en esa silla al que lo preparó todo. No se oyen más que aullidos en toda la ciudad.

McCormick se llevó las manos a la cara perplejo y sacudió la cabeza como si con ello pudiese negar lo que había escuchado.

-          ¿Van a presentarlo como el cerebro de toda la operación?- preguntó con una mezcla de frustración e incertidumbre.
-          ¿Acaso no es así?- replico Parker con impaciencia.
-          Cualquier atentado…o asesinato de un miembro de la Yiser tiene que estar aprobado. Lo consideran una estrategia global. Evan Davis estaba dentro, la única pregunta válida es… ¿Por qué eliminarlo? La otra única pregunta que merece la pena hacerse es… ¿Por qué ahora?
-          Supongo que tendrá una teoría- respondió socarrón.
-          Hay algo en la situación actual que se nos escapa. Nada de lo ocurrido hace una semana tiene lógica. Tiene que haber algo en marcha…algo lo suficientemente grande como para que un cabrón como Davis dudase.- enfatizó- Algo como para permitirse tantas piezas de la Yiser sacrificadas.

Parker se permitió una larga risa irónica y continuó paseando con las manos en los bolsillos, cubierto por las sombras.

-          ¿Matar cientos de inocentes no le parece suficiente objetivo? ¿La muerte de la mitad de nuestros agentes no es suficiente para usted?

McCormick se quedó en silencio pensativo. Antes le había dicho a Parker que había tres vías por las que investigar. Decidió que la más clarificadora sería la cuarta: Dillon Dermot. Parker miro el reloj que había a espaldas de su escritorio.

-          Saldré en directo a las once desde el salón de prensa, me gustaría que hubiese un agente conmigo.
-          ¿Y ha pensado en mi?- ahora era él quien ironizaba.
-          ¿Por qué no? Usted se anticipó al atentado de la central eléctrica, tiene credibilidad agente. Ayudaría a parar la alarma social que vivimos…y ayudaría a su carrera- añadió maliciosamente.

McCormick descubrió a un Frank Parker de ojos negros con mirada insoportablemente oscura.

-          Se equivoca de hombre Parker.

McCormick se levantó de la silla. Parker se recostó en la suya y cruzó los dedos sobre la mesa.

-          Se trata de un asunto de Seguridad Nacional. Damos a la gente lo que quiere y mostramos deliberadamente supuestas grietas en nuestro sistema para que la Yiser se relaje.
-          Claro…y luego los detenemos haciendo una redada en el salón de masajes.

Parker censuró este último comentario con una mueca. McCormick se encaminó hacia la puerta.

-          Comete un error agente. Ahora comprendo porque su carrera está estancada.

Se paro a medio camino y contesto sin ni siquiera girar la cabeza.

-          Será porque estoy más preocupado por hacer mi trabajo que por salvar el culo.

Se fue del despacho imaginándose la fulminante mirada de Parker y volvió al ascensor. Salió al llegar al segundo piso y busco a Meiyar entre los cubículos. Un agente de aspecto impecable se acerco a él extendiéndole la mano.

-          Buenas noches señor, soy el agente William Reitner. La central ha sido un caos durante las últimas horas y no hemos tenido la oportunidad de hablar sobre mis funciones.

Estrechó la blanda mano de Reitner. Le llamó la atención el inmaculado traje que llevaba y el pelo engominado hacia atrás. “Llegará lejos” pensó “Si no se deja matar antes”.

-          Recién salido de la academia ¿No?
-          Así es señor, mi trabajo sobre el perfil medio del terrorista…
-          No me hagas fingir interés- le interrumpió- ¿Has visto al agente Andre Meiyar?
-          Si señor, se despidió de nosotros hace unos segundos ¿Puedo hacer algo por ustedes?

Fijó la vista en una de las tiras del pantalón, de la cual, insertado en un llavero colgaba un trozo de pellejo blanco.

-          Puede que sea tu día de suerte Reitner. Coge a un compañero y montad una guardia en Ellways Hills numero catorce. Permaneced allí hasta que os envíe un relevo- se pellizcó los labios con los dedos pensativo- Consigue a otros cuatro o cinco agentes para que agiten las calles. A ver si logran sacar algo de ello. Que hablen con sus contactos, llamen a algunas puertas o improvisen algo. Que lleven más de dos días como Federal. ¿Entendido?
-          Si, pero ¿Qué es lo que les digo que busquen?- pregunto confuso.
-          Lo que sea, cualquier cosa tendrá que valernos. Ahora mismo estamos en blanco.
-          Si, señor.
-          Una última cosa, ¿Qué diablos es eso que llevas colgando del pantalón?
-          Mi amuleto señor- respondió avergonzado- Es una pata de conejo. Me da suerte.
-          Al conejo no se la dio. Procura que se vea más la placa que ese pedazo de carne mutilada.
-          Si, señor.

McCormick corrió hacia el ascensor. Al ver en el panel que estaba en el sexto piso, bajó corriendo por las escaleras. Llegó al piso del aparcamiento y empujó la puerta. El Urban de Meiyar estaba en su sitio habitual mientras el propio Meiyar abría la puerta del conductor. Se encaminó con paso rápido hacia él y abrió la puerta para sentarse en el asiento del copiloto. Meiyar se acomodó en el suyo y miró al reloj para después posar la vista en su compañero. McCormik sacó una cajetilla y le dio unos toques por la parte de abajo hasta que sobresalió un cigarro. Se lo llevo a la boca y permaneció en silencio mirando al frente hasta que Meiyar lo rompió con un resoplido.

-          ¡Joder Jimbo! Le prometí a Kira que estaría a la hora de la cena.
-          Tranquilo, llegaras a tiempo para arroparla.

Meiyar bufó a modo de protesta y arrancó el coche.

-          Espero, por el bien de ambos, que sea antes. Tenemos entradas para el ciclo de Allan Smithee en el Apollo V.
-          No hace falta que me pidas permiso para usarme como coartada.
-          ¿Sabías que van a estar sus descendientes en el estreno? Esto que me haces no tiene nombre. ¿No podría haber venido otro contigo? Empiezo a pensar que pasamos demasiado tiempo juntos. No me malinterpretes, lo pasamos bien y todo eso. Pero en las dos últimas semanas veo más tu cara que la de mi mujer. Me duele decir esto Jimbo…pero tal vez deberíamos tomarnos un descanso.

McCormick miro la carretera que se extendía por delante. Kilómetros de cemento, neón y asfalto. Corazones que se retuercen. Una ciudad migraña estallando en sangre.

-          ¿Y con quién iba a venir? ¿Con el psicópata de Tony Ross o con William “Novato del año” Reitner?
-          Tienes que tranquilizarte Jimbo. El novato no es tonto, habla cinco idiomas.
-          Ya, pero, ¿Tiene algo que decir?
-          ¿Cuándo piensas decirme adónde vamos?
-          Para aquí, en la plaza de correos- le dijo señalando a la izquierda.

Paró el coche y McCormick se bajó encaminándose hacia las cabinas de teléfono de medio cuerpo que corrían paralelas al edificio. Miró alrededor antes de levantar el auricular. Metió una moneda, marcó y esperó.

Le respondieron al quinto tono.

-          Muebles Tree-Mod ¿En que puedo ayudarle?
-          Lo siento, creo que me he equivocado- miro el numero de teléfono de la cabina que tenía a su derecha- ¿No es el 555-3809?
-          No, se ha confundido.

Colgó y miró por encima del hombro. Las calles estaban desiertas. Se volvió hacia el teléfono de la derecha y esperó.

Lo descolgó antes de que acabase el primer timbrazo.

-          ¿Es un teléfono seguro?- escuchó a modo de saludo.
-          Es una cabina pública.
-          Bien, iba a ponerme en contacto contigo. En el All-American pub, en Derian East. ¿Quince minutos?
-          De acuerdo.

Colgó y volvió al coche. Dillon Dermot solo se arriesgaría a contactar con él si se tratase de algo serio. Demasiado paranoico como para correr ese peligro por algo pequeño. Lo supo desde el primer momento en que lo vio, los semejantes se reconocían enseguida.

-          Vamos hacia Derian East, tenemos una cita.
-          ¿Has conseguido información?- preguntó Meiyar extrañado.
-          Más de lo que pensaba- respondió.

Buscó donde dar la vuelta y enfiló calle abajo por Derian East. Por las calles, allá donde mirara solo veía miseria y preocupación. Mendigos entre los desperdicios. Prostitutas contoneándose. Pararon en un semáforo. Meiyar hablaba pero para McCormick era sólo un rumor en su oído mientras observaba a una niña a la que calculó no más de quince años. Estaba con la cabeza metida en un Crosbert rojo negociando el coste de su inocencia. Su jersey rosa, que a duras penas lograba llenar, le pareció más una llamada de auxilio que parte de un reclamo sexual.

-          ¿Me dices ya que vamos a hacer?
-          ¿Qué?- preguntó ajeno a la conversación hasta ese momento.
-          Si hay alguna explicación a que te hayas colado en mi coche y me hayas escogido para hacer de chofer. ¿Vamos a la caza de fanáticos o es que te apetece dar una vuelta?

McCormick se pasó la mano por la cara palpando las ojeras y el inicio de barba.

-          Un antiguo mercenario. Está al tanto de cualquier cosa que ocurre. Me da información a cambio de su anonimato.
-          ¿Un mercenario?- preguntó levantando la voz sin poder disimular su disgusto- ¡Joder McCormick! ¡Mercenario y fanático son lo mismo! ¡Lo único que les puede diferenciar es la puntería! ¿Cómo sabes que no vamos directos a una trampa?
-          Porque se juega mucho más que yo. Sabía que si entraba en la WITSEC no tenía garantizado llegar vivo a testificar en ningún juicio, de forma que le conseguí un piso seguro. Así supe del atentado a la central eléctrica. Es un trato sencillo, él sigue vivo y nosotros conseguimos información.

Meiyar apretó con fuerza el volante y movió la cabeza en señal de desaprobación.

-          Genial, esto es genial. ¿Ahora te dedicas a eso? ¿A la protección de testigos que ni siquiera tienen intenciones de pasar por los tribunales?
-          ¿Y qué crees que habría pasado si hubiese entrado en el programa? ¿Habría hablado de los grandes jefes? Imposible. No es tonto, sabe que pronunciar algunos nombres en el estrado es firmar su sentencia de muerte. Te diré lo que habría ocurrido: Nombraría a algún ejecutor y a los que le hubiesen hecho algún contrato personalmente. Esos serían ejecutados de todas formas por meter dentro a una ‘rata’. Sería la único que pudiese hacer  para tener alguna posibilidad de salir vivo…y te puedo asegurar que nadie intentaría sacarle más. Las agencias contentas por poder protagonizar titulares y tener estadísticas que llevar a la oficina del Presidente.
-          Le estas dando razones a Parker para acabar contigo.
-          No si no se entera- replicó con gesto serio.

Las luces de neón del All-American pub acallaron su conversación, Meiyar aparcó en uno de los laterales y lentamente giró la llave del contacto fijando la vista en McCormick.

-          Quédate en el coche si quieres. No tienes porque verte implicado en esto.
-          ¿Y quedarte tú siempre con toda la diversión?- dijo sarcástico- Además ya es demasiado tarde para mi y para Smithee.

Asintió con la cabeza. En una mancha de aceite del suelo se reflejaban las luces del letrero pudiendo leerse “American”. Entraron y se sentaron, uno frente a otro, en la mesa más alejada de la entrada. En la televisión Frank Parker era objeto de un baño de flashes con el escudo del FBI de fondo. McCormick se lo imaginó relatando minuciosamente las investigaciones que le llevaron hasta el congresista. El esfuerzo de valerosos agentes hábilmente dirigidos desde la sombra por él. Los hechos incontestables que apuntaban hacia Evan Davis como el cerebro de los atentados. Su suicidio, tal vez provocado por el cerco federal al que estaba siendo sometido. En su sonrisa se dibujaba un enorme “Dios bendiga América”.

Mientras Meiyar intentaba reconstruir lo que Parker decía a través de las imágenes que intercalaban, McCormick observó a la clientela mirando con indiferencia la pantalla. Eran en su mayoría hombres de traje, con la corbata suelta y vaso de Whisky en la mano. Parecía como si las historias, en que los buenos ganan y vuelven a casa con sus mujeres, y los malos pierden y acaban con una etiqueta colgando del dedo gordo del pie, no se las creyesen ya. Tal vez ya sólo pensasen en el fino límite que separaba a ambos.

-          Ya te dije que el novato no era tonto.

McCormick giro la cabeza ante las palabras de su compañero y se encontró a William Reitner al lado de Parker, sonriéndole desde la pantalla de televisión.

-          Es algo peor que eso- replicó con gesto de desaprobación.
-          ¿Cuál era la historia del congresista?- pregunto Meiyar señalando la pantalla.
-          Parece que les ofrecía contactos a todos los niveles. Sabia qué jueces y autoridades eran afines o cuales se podrían comprar.
-          ¿Por qué matar a alguien que les era tan valioso?
-          Exacto- confirmó alegrándose de que se acercase a las mismas conclusiones que él.

La puerta de entrada se abrió con un tintineo. McCormick volvió la cabeza y reconoció a Dillon Dermot vestido con una cazadora de aviador negra. Caminó con calma fijándose en todas las caras del local. Cuando llegó a su altura, miró con preocupación a Meiyar y dobló a la izquierda, en donde parecían situarse los baños. A Meiyar le dio la impresión que era uno de esos cabrones que, después de matar a alguien, mandaba a su familia la factura de las balas.

McCormick se levantó con Meiyar siguiéndole. Se encaminó hacia los baños y empujó la puerta trasera que daba a un callejón en donde se apilaban las bolsas de basura sobre un contenedor metálico. La luz de la luna apenas llegaba a iluminarles la cara y se escuchaban sonidos desde lo alto,  producto de una acalorada discusión.

-          ¿Quien es?- preguntó Dillon Dermot señalando a Meiyar con la barbilla.
-          Mi compañero- afirmó tajante McCormick- ¿Vas a desconfiar a estas alturas de mi?
-          Del FBI en general. Y tú también deberías.
-          ¿Qué sabes sobre el asesinato de Evan Davis?

Dermot saco con manos temblorosas un cigarrillo y se lo encendió mientras les regalaba toda una serie de tics nerviosos.

-          Solo puedo especular sobre eso. Quizás colaborase con algún departamento o tal vez quisiese dejarlo. Después de los atentados muchas miradas se volvieron hacia él. Cambió de bando. Protección a cambio de información, es la moneda de cambio mas común- su mirada parecía decir “y tú de eso sabes bastante”- En cualquier caso le verían como un peligro y por eso le eliminaron. Pero no es eso lo que tenía que decirte.
-          ¿De que se trata?
-          He sabido de un equipo de ejecutores que están en un piso franco en el 117 de Lower Ritchey con armamento suficiente como para conquistar un país.
-          ¿Cual es su objetivo?- pregunto Meiyar.

Dermot volvió a dedicarle una mirada de recelo antes de contestar.

-          El Financial Center.

Meiyar sintió un escalofrío. Si volviesen a utilizar explosivos, a las miles de bajas que produciría directamente se añadirían las cientos que causaría el pánico.

-          ¿Es seguro?- preguntó.

Dermot tiro el cigarrillo con una mueca de desprecio.

-          Hay partes de la ciudad que jamás podré volver a pisar pero mantengo contactos muy valiosos. El resto lo hace el dinero en las manos adecuadas.
-          ¿Cuántos son?- intervino McCormick.
-          Un equipo de cuatro.
-          ¿George McKie esta entre ellos?
-          Lo desconozco.

Meiyar movía las piernas incomodo, se dirigió a McCormick dando la espalda a Dermot.

-          Vamos hacia allá. ¿A qué estamos esperando?
-          ¿Cómo?- pregunto confundido.
-          A no ser que jueguen a esposarse unos a otros, alguien tendrá que hacerlo.

McCormick permaneció pensativo unos instantes para luego apuntar con el dedo a Dermot.

-          McKie ha llegado al aeropuerto ayer con el nombre de John Burrows. Necesito saber algo mas.
-          Veré que puedo hacer- respondió volviendo a mirar con desconfianza a Meiyar.

Entraron al local. La televisión mostraba las mismas imágenes de los atentados que llevaban días repitiendo mientras los clientes parecían querer rebañar el fondo de los vasos con la etiqueta de sus trajes en busca de respuestas.

-          Creí que desconfiabas de él- comento McCormick.
-          Y así es. Pero confío en ti.

Salieron a la calle y cogieron la carretera dirección sur. McCormick sacó el móvil mientras el coche volaba por San Almau.

-          Agente Jeff McCormick, numero de placa 71542863, necesito un equipo de asalto en el 117 de Lower Ritchey en un vehículo sin distintivos. Detectada actividad terrorista.

Meiyar volvió a sentir un escalofrío al pasar el Financial Center y ver las escuelas de la calle Dooham a escasos cien metros. Apretó el acelerador dejando pasar por el retrovisor calles de neones relampagueantes que en cada segundo renacían y morían.

Solo aflojó el pie del acelerador al llegar a Lower Ritchey. Notaba la tensión sacudiéndole desde el pie tembloroso sobre el acelerador hasta las manos que dejaban su marca en el volante. McCormick a su lado fumaba con tranquilidad con la vista perdida en la carretera. No pudo evitar preguntarse cómo lo haría.

Al llegar al 115 divisaron una furgoneta negra con los cristales tintados. Meiyar dio dos ráfagas cortas de luces y una larga. Pasaron por delante lentamente mirando sólo de reojo el piso franco. La furgoneta contestó con cuatro ráfagas cortas. Dejaron el coche a una distancia prudencial y se bajaron. Anduvieron con naturalidad hasta llegar a la puerta trasera que inmediatamente se abrió para que pudiesen entrar.

En el interior de la furgoneta cinco agentes estaban prácticamente apilados uno encima del otro con el equipo de asalto puesto. Uno de ellos observaba por un monitor el interior de la casa mediante infrarrojos mientras otro intentaba detectar los posibles sonidos. El agente de mayor rango se presentó y tomó la palabra.

-          Tenemos cuatro terroristas en el salón principal, no captamos conversación ni ningún ruido que nos haga sospechar de actividad alguna. Aprovecharemos para derribar la puerta principal y cogerles rápido, imposibilitando cualquier reacción- explicó trazando líneas imaginarias sobre el monitor.

Era de rasgos duros, con un sombrero vaquero en la cabeza y suficiente alquitrán en la voz como para asfaltar una carretera. “De gatillo fácil” dedujo McCormick “Lo que hará que los demás también lo sean”. En el monitor observó a las cuatro figuras de color rojo recostadas inmóviles. Demasiado fácil.

-          No me fío. Alguien debería entrar por la puerta trasera.

El sargento se llevó una cerilla a la boca y empezó a jugar con ella. Meiyar miro a su compañero sin poder ocultar que una media sonrisa se le dibujaba en la cara.

-          ¿Haciendo amigos Jimbo?- le susurro.
-          Vivo para ello- respondió sin dejar de mirar al sargento.

Este emitió un quejido y mordisqueo la madera de la cerilla.

-          No arriesgare a mis hombres a un fuego cruzado. Recuerde que tengo el mando táctico Agente McCormick y que usted esta aquí como simple observador. Así que… ¿Qué tal si nos ceñimos al plan A? Ya sabe, el de… ¡No jodas al sargento al mando!
-          Muy bien sargento. El asalto es suyo, pero la operación y los tipos que hay dentro son nuestros ¿Qué tal si llegamos a un acuerdo?

Ladeó la cabeza, jugó un rato con la cerilla hasta que se puso a masticarla y observo los monitores.

-          ¿Qué quiere?
-          Solo deme dos minutos. Cuando derriben la puerta principal me estaré quieto y será cosa suya.

La madera crujió por última vez bajo la presión de los dientes. Asintió con la cabeza.

-          Un minuto McCormick.

“Suficiente” pensó. Cogió una escopeta Rowning del lateral, abrió la puerta y corrió agazapado entre los coches que había enfrente de la casa. Deslizó la corredera hacia abajo y arriba con velocidad preparando el arma para disparar y se metió por el lateral de la casa. Se acercó a una ventana y vio que el interior estaba totalmente a oscuras, continuó agazapado hasta llegar a la parte de atrás. Confió en haber calculado bien el tiempo.

15’’ Disparó a la cerradura de la puerta trasera. Se sumergió en la oscuridad. Entró aguzando el oído.
13’’ Ruidos. A su derecha. Abrió fuego. Ruido de jirones.
10’’ Pasos acercándose. Hizo dos disparos a puntos diferentes. Fuertes llamaradas salieron de los dos cañones. Continuo a ciegas. “Aguanta cabrón” se dijo a sí mismo mientras se tiraba al suelo.
6’’ Lluvia de disparos cerca de él.
4’’ Silencio. Apuntó con la escopeta a las tinieblas dudando de dónde había venido el fuego.
1’’ Explotó la puerta principal cayendo hacia dentro.

            La luz de las linternas del equipo táctico le permitió ver fugazmente una figura apuntándole. Dos disparos. El sonido de un cuerpo cayendo sobre el parquet.

-          ¡Todo el mundo a besar el jodido suelo!

Gritos, sonidos de disparos, mobiliario derribado, luces bailando por la casa. McCormick vio a la figura caída con gafas de visión nocturna. Palpó la pared con torpeza hasta tocar la base de un interruptor y presionarlo hacia arriba. La luz cegó a los terroristas. Uno de ellos soltó su rifle, el sargento le apuntó a la cara. Meiyar vio el dedo temblando sobre el gatillo, le agarró el arma por debajo y los proyectiles impactaron sobre el techo cubriendo de polvo la estancia.

Les tiraron al suelo para esposarlos, pero el equipo de asalto estaba nervioso y comenzaron a patearles con violencia.

El olor a sangre y pólvora inundó toda la casa. El sargento vio los seis cuerpos sin vida y a los tres detenidos que eran pateados por sus hombres. Se giró para mirar a McCormick que continuaba con el dedo en el interruptor, observando los tres cadáveres con trajes térmicos agujereados en distintos puntos por el efecto de las postas de la escopeta. Subió la mirada hasta cruzarla con la del sargento, el cual se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano y se caló nuevamente el sombrero vaquero.

-          ¿Cuantos canales coge con eso?- pregunto con la única intención de enfadarle.

El sargento escupió trozos de madera y se llevo a los detenidos al furgón. Meiyar salió de entre la humareda y se apoyó en la pared al lado de su compañero.

-          Sabían que veníamos.
-          Buena señal.
-          ¿Buena señal?- protesto Meiyar- ¿Desde cuando que estén a punto de hacerte un nuevo agujero en el culo es bueno? Si eso te parece bueno podemos salir, abrir el jodido capot del coche y conectarnos la batería a los genitales.
-          Que nos hayan tendido una trampa sólo puede significar dos cosas: Que empezamos a molestar o que nos estamos acercando a algo.

Escucharon el sonido del furgón alejándose en la noche.

-          ¿Los interrogamos en el cuartel?- inquirió Meiyar.
-          No, primero tenemos una visita pendiente.

Meiyar se pasó la mano por la cabeza, la tenía del mismo color que el techo. Se palmoteo la pierna para sacudirse el polvo y observó el sangriento espectáculo que se extendía ante él.

McCormick apoyado contra la pared le observaba impasible.

-          Conduciré yo.

Anduvieron con la cabeza llena de interrogantes hasta el coche. McCormick aceleró dejando marcas de neumático quemado en la carretera. Se veía a si mismo desde arriba, desde lo más alto. Donde algún día le gustaría estar. La velocidad provocó que la realidad de las cosas se alejase. Tras la estela del coche quedaba una ciudad que vivía entre estertores agónicos.

Frenó bruscamente ante una casa de estilo colonial. Las ruedas traseras gimieron y temblaron antes de pararse por completo. McCormick bajó del coche con la pistola en la mano y entró en el patio a base de violentas zancadas sin esperar a Meiyar. Un Stuckmaker estaba aparcado frente al garaje y bajo una canasta de baloncesto con la red rota. Sus ojos se detuvieron en la puerta de entrada. Abierta. Caminó sigiloso hasta la puerta con la mano izquierda sobre la derecha agarrando con fuerza la culata y el dedo preparado sobre el gatillo.

Se pegó a la pared y giró la cabeza para mirar en el interior. Nada. Entro a la cocina apuntando con la pistola a todos los ángulos. Vacío. Meiyar llegó a su posición y McCormick le hizo señas para que mirase en el salón. Él, a la vez, abrió la puerta del baño cubriendo con la pistola todos los espacios.

Una puerta por registrar. Se pegaron a los lados de la pared y Meiyar bajo la manilla despacio. La puerta comenzó a abrirse lentamente. Ningún sonido del interior hasta que la puerta acabo su recorrido golpeando contra algo metálico. McCormick giro la cabeza hasta que sus ojos se posaron en un pequeño charco de rojo oscuro. Entró con la pistola en alto a la vez que Meiyar cubría con la mirada el otro lado. Dillon Dermot estaba tumbado en la cama con la garganta abierta de lado a lado y el rostro inerte pero aun así rebosante de dolor.


Por el corte de la garganta burbujas de rojo vivo se asomaban y explotaban sin sonido antes de resbalar por el cuello y empapar el colchón.

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