Subió en ascensor desde el aparcamiento
subterráneo hasta el centro de operaciones. En el segundo piso de una de las
dos torres de seis pisos del Edificio Federal Hoover. El edificio con aspecto
de campus universitario le pareció amenazante por primera vez desde que
trabajaba allí. Era sin duda un día de sensaciones extrañas. La señal de alarma
en su cabeza se había instalado allí desde la visita a la casa del congresista
y parecía dispuesta a ser su compañera de viaje en lo que quedaba de día.
Llegó a su piso y caminó presurosamente sobre el escudo del
FBI mientras observaba a los agentes que trabajaban, con la cabeza agachada, en
los cubículos abiertos con forma de cuadrícula que se extendían ante él.
-
Tienes problemas-
escuchó decir a sus espaldas.
Se
dio la vuelta para encontrarse con esa media sonrisa de Meiyar que solía
significar lo que acababa de escuchar.
-
¿Por qué me da
que disfrutas con ello?
-
Porque así es-
respondió ampliando la sonrisa- Parker quiere verte.
-
Supongo que no será
para darme un beso de buenas noches- resoplo McCormick mirando el reloj- ¿Dónde
está Lewis?
-
Parece que se ha
ido a Maryland.
“¿Qué
hace en Maryland con los problemas que tenemos aquí?” pensó McCormick mientras
se dirigía hacia el ascensor.
-
¿Sacaste algo en
limpio de la visita a Tanya Berry?
-
Sí- respondió
McCormick mientras apretaba el botón del cuarto piso- Le gusta que la azoten.
“¿Y
a quién no?” pensó Meiyar observando como se cerraba la puerta.
El ascensor anunció con un pitido el
final de su corto trayecto. Salió y avanzó por el suelo de mármol hasta llegar
a su despacho. La camiseta blanca no era la mejor forma de presentarse ante
Parker, alguien que antes de subirse la cremallera consultaba el manual de
protocolos de actuación del FBI. Cerró la puerta y se fue hacia la taquilla que
tenía en una de las esquinas para sacar una camisa azul y una americana.
Escuchó
el golpear de unos nudillos contra la puerta y esperó a ponerse la camisa antes
de darse la vuelta. La doctora Holly Stevens, con los brazos cruzados, le
miraba desde detrás de sus gafas.
-
Tenemos que
hablar Jeff.
-
Ahora no puedo,
Parker me espera.
Holly
miró a ambos lados del pasillo antes de cerrar la puerta y clavar la mirada en
McCormick.
-
También a mí.
Permaneció
congelado por unos instantes con la mirada baja antes de continuar abotonándose
la camisa.
-
¿Qué es lo que va
a escuchar?
-
Tengo el deber de
informar si alguien es un peligro potencial para la agencia.
-
Entonces estás en
el despacho equivocado.
La
doctora se tocó las gafas incómoda.
-
Todos estamos
afectados por los atentados recientes. Comprendo que no es fácil asimilar la
perdida de tantos compañeros. Hago mi trabajo Jeff…- dijo en tono casi de
confidencia- al igual que tú. Solo trato de evaluar si estáis en perfectas
condiciones para que podáis seguir haciéndolo.
McCormick
se puso la americana y se acercó a la doctora, tanto que ésta, intimidada, dio
un paso atrás.
-
¿Qué pretenden
que evalúes? Nos exigen que seamos perfectos en un mundo que no lo es.
Abrió
la puerta y volvió al ascensor. Apretó el botón del seis y se metió la camisa
por dentro. Sonó un pitido para después escuchar el siseo de la puerta mientras
se hacia a un lado. Caminó con calma hasta llegar a la mesa de la secretaria de
Parker.
-
Agente McCormick.
Mientras
escuchaba el murmullo de la secretaria hablando se fijo en las enormes letras
de la puerta: FRANK PARKER-DIRECTOR ASOCIADO CONTRATERRORISMO FBI.
-
Adelante- le
señalo amablemente la secretaria.
Se
sentó enfrente de Frank Parker. Estaba formando un triángulo con las manos
unidas únicamente por las yemas de los dedos. El amplio despacho estaba
escasamente iluminado por la lámpara que había encima de la mesa. Las sombras
le formaban un vacío en las cuencas de los ojos hasta que se inclinó hacia
delante permitiendo que McCormick le observase con la mirada baja.
McCormick
considero prioritario informarle sobre los recientes sucesos. Se llevó un
cigarrillo a la boca y lo prendió con una cerilla.
-
El análisis
forense ha determinado que el tipo de munición con que se ejecutó al
Congresista Evan Davis era una semiblindada desfragmentada. Tenemos a una amiga
suya, la clara firma del asesino por la forma de ejecutarlo y una British 9
como hilos de los que empezar a tirar…
Parker
levantó la mano en un desagradable gesto de autoridad para hacerle callar. Empezó
a hablar sin levantar la mirada.
-
Evan Davis no ha
sido la víctima agente McCormick, ha sido el verdugo.
-
¿De qué está
hablando?- preguntó confuso.
Parker
levantó la vista por primera vez y abrió los brazos con las palmas de las manos
hacia arriba.
-
Siete días. Hoy
hace siete días. ¿Sabía que los perros aúllan cuando creen que la muerte ronda
cerca de ellos? Tienen una relación especial con ella agente McCormick, perciben
cuando esa sangre que está siendo derramada es la antesala del vacío. Hace
siete días que la Yiser ha llenado las calles de sangre mezclada con Nitrato
Amónico. Centros de diagnóstico, zonas residenciales, coches explotando,
edificios cayendo, metralla mutilando… ¿Sabe lo que tenemos ahora?- se levanto
y comenzó a pasear entre las penumbras del despacho- Un montón de ejecutores
esperando a que un golpe de mazo los lleve a la silla eléctrica y un montón de
ciudadanos preocupados porque no ven en esa silla al que lo preparó todo. No se
oyen más que aullidos en toda la ciudad.
McCormick
se llevó las manos a la cara perplejo y sacudió la cabeza como si con ello
pudiese negar lo que había escuchado.
-
¿Van a
presentarlo como el cerebro de toda la operación?- preguntó con una mezcla de
frustración e incertidumbre.
-
¿Acaso no es así?-
replico Parker con impaciencia.
-
Cualquier
atentado…o asesinato de un miembro de la Yiser tiene que estar aprobado. Lo
consideran una estrategia global. Evan Davis estaba dentro, la única pregunta
válida es… ¿Por qué eliminarlo? La otra única pregunta que merece la pena
hacerse es… ¿Por qué ahora?
-
Supongo que tendrá
una teoría- respondió socarrón.
-
Hay algo en la
situación actual que se nos escapa. Nada de lo ocurrido hace una semana tiene
lógica. Tiene que haber algo en marcha…algo lo suficientemente grande como para
que un cabrón como Davis dudase.- enfatizó- Algo como para permitirse tantas
piezas de la Yiser sacrificadas.
Parker
se permitió una larga risa irónica y continuó paseando con las manos en los
bolsillos, cubierto por las sombras.
-
¿Matar cientos de
inocentes no le parece suficiente objetivo? ¿La muerte de la mitad de nuestros
agentes no es suficiente para usted?
McCormick
se quedó en silencio pensativo. Antes le había dicho a Parker que había tres
vías por las que investigar. Decidió que la más clarificadora sería la cuarta:
Dillon Dermot. Parker miro el reloj que había a espaldas de su escritorio.
-
Saldré en directo
a las once desde el salón de prensa, me gustaría que hubiese un agente conmigo.
-
¿Y ha pensado en
mi?- ahora era él quien ironizaba.
-
¿Por qué no? Usted
se anticipó al atentado de la central eléctrica, tiene credibilidad agente. Ayudaría
a parar la alarma social que vivimos…y ayudaría a su carrera- añadió
maliciosamente.
McCormick
descubrió a un Frank Parker de ojos negros con mirada insoportablemente oscura.
-
Se equivoca de
hombre Parker.
McCormick
se levantó de la silla. Parker se recostó en la suya y cruzó los dedos sobre la
mesa.
-
Se trata de un
asunto de Seguridad Nacional. Damos a la gente lo que quiere y mostramos
deliberadamente supuestas grietas en nuestro sistema para que la Yiser se
relaje.
-
Claro…y luego los
detenemos haciendo una redada en el salón de masajes.
Parker
censuró este último comentario con una mueca. McCormick se encaminó hacia la
puerta.
-
Comete un error
agente. Ahora comprendo porque su carrera está estancada.
Se
paro a medio camino y contesto sin ni siquiera girar la cabeza.
-
Será porque estoy
más preocupado por hacer mi trabajo que por salvar el culo.
Se
fue del despacho imaginándose la fulminante mirada de Parker y volvió al
ascensor. Salió al llegar al segundo piso y busco a Meiyar entre los cubículos.
Un agente de aspecto impecable se acerco a él extendiéndole la mano.
-
Buenas noches
señor, soy el agente William Reitner. La central ha sido un caos durante las
últimas horas y no hemos tenido la oportunidad de hablar sobre mis funciones.
Estrechó
la blanda mano de Reitner. Le llamó la atención el inmaculado traje que llevaba
y el pelo engominado hacia atrás. “Llegará lejos” pensó “Si no se deja matar
antes”.
-
Recién salido de
la academia ¿No?
-
Así es señor, mi
trabajo sobre el perfil medio del terrorista…
-
No me hagas
fingir interés- le interrumpió- ¿Has visto al agente Andre Meiyar?
-
Si señor, se despidió
de nosotros hace unos segundos ¿Puedo hacer algo por ustedes?
Fijó
la vista en una de las tiras del pantalón, de la cual, insertado en un llavero colgaba
un trozo de pellejo blanco.
-
Puede que sea tu día
de suerte Reitner. Coge a un compañero y montad una guardia en Ellways Hills
numero catorce. Permaneced allí hasta que os envíe un relevo- se pellizcó los
labios con los dedos pensativo- Consigue a otros cuatro o cinco agentes para
que agiten las calles. A ver si logran sacar algo de ello. Que hablen con sus
contactos, llamen a algunas puertas o improvisen algo. Que lleven más de dos
días como Federal. ¿Entendido?
-
Si, pero ¿Qué es
lo que les digo que busquen?- pregunto confuso.
-
Lo que sea,
cualquier cosa tendrá que valernos. Ahora mismo estamos en blanco.
-
Si, señor.
-
Una última cosa, ¿Qué
diablos es eso que llevas colgando del pantalón?
-
Mi amuleto señor-
respondió avergonzado- Es una pata de conejo. Me da suerte.
-
Al conejo no se
la dio. Procura que se vea más la placa que ese pedazo de carne mutilada.
-
Si, señor.
McCormick
corrió hacia el ascensor. Al ver en el panel que estaba en el sexto piso, bajó corriendo
por las escaleras. Llegó al piso del aparcamiento y empujó la puerta. El Urban
de Meiyar estaba en su sitio habitual mientras el propio Meiyar abría la puerta
del conductor. Se encaminó con paso rápido hacia él y abrió la puerta para
sentarse en el asiento del copiloto. Meiyar se acomodó en el suyo y miró al
reloj para después posar la vista en su compañero. McCormik sacó una cajetilla
y le dio unos toques por la parte de abajo hasta que sobresalió un cigarro. Se
lo llevo a la boca y permaneció en silencio mirando al frente hasta que Meiyar
lo rompió con un resoplido.
-
¡Joder Jimbo! Le prometí
a Kira que estaría a la hora de la cena.
-
Tranquilo,
llegaras a tiempo para arroparla.
Meiyar
bufó a modo de protesta y arrancó el coche.
-
Espero, por el
bien de ambos, que sea antes. Tenemos entradas para el ciclo de Allan Smithee
en el Apollo V.
-
No hace falta que
me pidas permiso para usarme como coartada.
-
¿Sabías que van a
estar sus descendientes en el estreno? Esto que me haces no tiene nombre. ¿No podría
haber venido otro contigo? Empiezo a pensar que pasamos demasiado tiempo
juntos. No me malinterpretes, lo pasamos bien y todo eso. Pero en las dos
últimas semanas veo más tu cara que la de mi mujer. Me duele decir esto
Jimbo…pero tal vez deberíamos tomarnos un descanso.
McCormick
miro la carretera que se extendía por delante. Kilómetros de cemento, neón y
asfalto. Corazones que se retuercen. Una ciudad migraña estallando en sangre.
-
¿Y con quién iba
a venir? ¿Con el psicópata de Tony Ross o con William “Novato del año” Reitner?
-
Tienes que
tranquilizarte Jimbo. El novato no es tonto, habla cinco idiomas.
-
Ya, pero, ¿Tiene
algo que decir?
-
¿Cuándo piensas
decirme adónde vamos?
-
Para aquí, en la
plaza de correos- le dijo señalando a la izquierda.
Paró
el coche y McCormick se bajó encaminándose hacia las cabinas de teléfono de
medio cuerpo que corrían paralelas al edificio. Miró alrededor antes de
levantar el auricular. Metió una moneda, marcó y esperó.
Le
respondieron al quinto tono.
-
Muebles Tree-Mod ¿En
que puedo ayudarle?
-
Lo siento, creo
que me he equivocado- miro el numero de teléfono de la cabina que tenía a su
derecha- ¿No es el 555-3809?
-
No, se ha
confundido.
Colgó
y miró por encima del hombro. Las calles estaban desiertas. Se volvió hacia el
teléfono de la derecha y esperó.
Lo
descolgó antes de que acabase el primer timbrazo.
-
¿Es un teléfono
seguro?- escuchó a modo de saludo.
-
Es una cabina
pública.
-
Bien, iba a
ponerme en contacto contigo. En el All-American pub, en Derian East. ¿Quince
minutos?
-
De acuerdo.
Colgó
y volvió al coche. Dillon Dermot solo se arriesgaría a contactar con él si se
tratase de algo serio. Demasiado paranoico como para correr ese peligro por
algo pequeño. Lo supo desde el primer momento en que lo vio, los semejantes se reconocían
enseguida.
-
Vamos hacia
Derian East, tenemos una cita.
-
¿Has conseguido
información?- preguntó Meiyar extrañado.
-
Más de lo que
pensaba- respondió.
Buscó
donde dar la vuelta y enfiló calle abajo por Derian East. Por las calles, allá
donde mirara solo veía miseria y preocupación. Mendigos entre los desperdicios.
Prostitutas contoneándose. Pararon en un semáforo. Meiyar hablaba pero para
McCormick era sólo un rumor en su oído mientras observaba a una niña a la que
calculó no más de quince años. Estaba con la cabeza metida en un Crosbert rojo
negociando el coste de su inocencia. Su jersey rosa, que a duras penas lograba
llenar, le pareció más una llamada de auxilio que parte de un reclamo sexual.
-
¿Me dices ya que
vamos a hacer?
-
¿Qué?- preguntó
ajeno a la conversación hasta ese momento.
-
Si hay alguna
explicación a que te hayas colado en mi coche y me hayas escogido para hacer de
chofer. ¿Vamos a la caza de fanáticos o es que te apetece dar una vuelta?
McCormick
se pasó la mano por la cara palpando las ojeras y el inicio de barba.
-
Un antiguo
mercenario. Está al tanto de cualquier cosa que ocurre. Me da información a
cambio de su anonimato.
-
¿Un mercenario?-
preguntó levantando la voz sin poder disimular su disgusto- ¡Joder McCormick! ¡Mercenario
y fanático son lo mismo! ¡Lo único que les puede diferenciar es la puntería! ¿Cómo
sabes que no vamos directos a una trampa?
-
Porque se juega
mucho más que yo. Sabía que si entraba en la WITSEC no tenía garantizado llegar
vivo a testificar en ningún juicio, de forma que le conseguí un piso seguro. Así
supe del atentado a la central eléctrica. Es un trato sencillo, él sigue vivo y
nosotros conseguimos información.
Meiyar
apretó con fuerza el volante y movió la cabeza en señal de desaprobación.
-
Genial, esto es
genial. ¿Ahora te dedicas a eso? ¿A la protección de testigos que ni siquiera
tienen intenciones de pasar por los tribunales?
-
¿Y qué crees que
habría pasado si hubiese entrado en el programa? ¿Habría hablado de los grandes
jefes? Imposible. No es tonto, sabe que pronunciar algunos nombres en el
estrado es firmar su sentencia de muerte. Te diré lo que habría ocurrido:
Nombraría a algún ejecutor y a los que le hubiesen hecho algún contrato
personalmente. Esos serían ejecutados de todas formas por meter dentro a una
‘rata’. Sería la único que pudiese hacer
para tener alguna posibilidad de salir vivo…y te puedo asegurar que
nadie intentaría sacarle más. Las agencias contentas por poder protagonizar
titulares y tener estadísticas que llevar a la oficina del Presidente.
-
Le estas dando
razones a Parker para acabar contigo.
-
No si no se entera-
replicó con gesto serio.
Las
luces de neón del All-American pub acallaron su conversación, Meiyar aparcó en
uno de los laterales y lentamente giró la llave del contacto fijando la vista en
McCormick.
-
Quédate en el
coche si quieres. No tienes porque verte implicado en esto.
-
¿Y quedarte tú
siempre con toda la diversión?- dijo sarcástico- Además ya es demasiado tarde
para mi y para Smithee.
Asintió
con la cabeza. En una mancha de aceite del suelo se reflejaban las luces del
letrero pudiendo leerse “American”. Entraron y se sentaron, uno frente a otro,
en la mesa más alejada de la entrada. En la televisión Frank Parker era objeto
de un baño de flashes con el escudo
del FBI de fondo. McCormick se lo imaginó relatando minuciosamente las
investigaciones que le llevaron hasta el congresista. El esfuerzo de valerosos
agentes hábilmente dirigidos desde la sombra por él. Los hechos incontestables
que apuntaban hacia Evan Davis como el cerebro de los atentados. Su suicidio,
tal vez provocado por el cerco federal al que estaba siendo sometido. En su
sonrisa se dibujaba un enorme “Dios bendiga América”.
Mientras
Meiyar intentaba reconstruir lo que Parker decía a través de las imágenes que
intercalaban, McCormick observó a la clientela mirando con indiferencia la
pantalla. Eran en su mayoría hombres de traje, con la corbata suelta y vaso de
Whisky en la mano. Parecía como si las historias, en que los buenos ganan y
vuelven a casa con sus mujeres, y los malos pierden y acaban con una etiqueta
colgando del dedo gordo del pie, no se las creyesen ya. Tal vez ya sólo
pensasen en el fino límite que separaba a ambos.
-
Ya te dije que el
novato no era tonto.
McCormick
giro la cabeza ante las palabras de su compañero y se encontró a William
Reitner al lado de Parker, sonriéndole desde la pantalla de televisión.
-
Es algo peor que
eso- replicó con gesto de desaprobación.
-
¿Cuál era la
historia del congresista?- pregunto Meiyar señalando la pantalla.
-
Parece que les
ofrecía contactos a todos los niveles. Sabia qué jueces y autoridades eran
afines o cuales se podrían comprar.
-
¿Por qué matar a
alguien que les era tan valioso?
-
Exacto- confirmó
alegrándose de que se acercase a las mismas conclusiones que él.
La
puerta de entrada se abrió con un tintineo. McCormick volvió la cabeza y
reconoció a Dillon Dermot vestido con una cazadora de aviador negra. Caminó con
calma fijándose en todas las caras del local. Cuando llegó a su altura, miró
con preocupación a Meiyar y dobló a la izquierda, en donde parecían situarse
los baños. A Meiyar le dio la impresión que era uno de esos cabrones que, después
de matar a alguien, mandaba a su familia la factura de las balas.
McCormick
se levantó con Meiyar siguiéndole. Se encaminó hacia los baños y empujó la
puerta trasera que daba a un callejón en donde se apilaban las bolsas de basura
sobre un contenedor metálico. La luz de la luna apenas llegaba a iluminarles la
cara y se escuchaban sonidos desde lo alto, producto de una acalorada discusión.
-
¿Quien es?-
preguntó Dillon Dermot señalando a Meiyar con la barbilla.
-
Mi compañero-
afirmó tajante McCormick- ¿Vas a desconfiar a estas alturas de mi?
-
Del FBI en
general. Y tú también deberías.
-
¿Qué sabes sobre
el asesinato de Evan Davis?
Dermot
saco con manos temblorosas un cigarrillo y se lo encendió mientras les regalaba
toda una serie de tics nerviosos.
-
Solo puedo
especular sobre eso. Quizás colaborase con algún departamento o tal vez
quisiese dejarlo. Después de los atentados muchas miradas se volvieron hacia
él. Cambió de bando. Protección a cambio de información, es la moneda de cambio
mas común- su mirada parecía decir “y tú de eso sabes bastante”- En cualquier
caso le verían como un peligro y por eso le eliminaron. Pero no es eso lo que
tenía que decirte.
-
¿De que se trata?
-
He sabido de un
equipo de ejecutores que están en un piso franco en el 117 de Lower Ritchey con
armamento suficiente como para conquistar un país.
-
¿Cual es su
objetivo?- pregunto Meiyar.
Dermot
volvió a dedicarle una mirada de recelo antes de contestar.
-
El Financial
Center.
Meiyar
sintió un escalofrío. Si volviesen a utilizar explosivos, a las miles de bajas
que produciría directamente se añadirían las cientos que causaría el pánico.
-
¿Es seguro?-
preguntó.
Dermot
tiro el cigarrillo con una mueca de desprecio.
-
Hay partes de la
ciudad que jamás podré volver a pisar pero mantengo contactos muy valiosos. El
resto lo hace el dinero en las manos adecuadas.
-
¿Cuántos son?- intervino
McCormick.
-
Un equipo de
cuatro.
-
¿George McKie esta
entre ellos?
-
Lo desconozco.
Meiyar
movía las piernas incomodo, se dirigió a McCormick dando la espalda a Dermot.
-
Vamos hacia allá.
¿A qué estamos esperando?
-
¿Cómo?- pregunto
confundido.
-
A no ser que
jueguen a esposarse unos a otros, alguien tendrá que hacerlo.
McCormick
permaneció pensativo unos instantes para luego apuntar con el dedo a Dermot.
-
McKie ha llegado
al aeropuerto ayer con el nombre de John Burrows. Necesito saber algo mas.
-
Veré que puedo
hacer- respondió volviendo a mirar con desconfianza a Meiyar.
Entraron
al local. La televisión mostraba las mismas imágenes de los atentados que
llevaban días repitiendo mientras los clientes parecían querer rebañar el fondo
de los vasos con la etiqueta de sus trajes en busca de respuestas.
-
Creí que desconfiabas
de él- comento McCormick.
-
Y así es. Pero confío
en ti.
Salieron
a la calle y cogieron la carretera dirección sur. McCormick sacó el móvil
mientras el coche volaba por San Almau.
-
Agente Jeff
McCormick, numero de placa 71542863, necesito un equipo de asalto en el 117 de
Lower Ritchey en un vehículo sin distintivos. Detectada actividad terrorista.
Meiyar
volvió a sentir un escalofrío al pasar el Financial Center y ver las escuelas
de la calle Dooham a escasos cien metros. Apretó el acelerador dejando pasar
por el retrovisor calles de neones relampagueantes que en cada segundo renacían
y morían.
Solo
aflojó el pie del acelerador al llegar a Lower Ritchey. Notaba la tensión
sacudiéndole desde el pie tembloroso sobre el acelerador hasta las manos que
dejaban su marca en el volante. McCormick a su lado fumaba con tranquilidad con
la vista perdida en la carretera. No pudo evitar preguntarse cómo lo haría.
Al
llegar al 115 divisaron una furgoneta negra con los cristales tintados. Meiyar
dio dos ráfagas cortas de luces y una larga. Pasaron por delante lentamente
mirando sólo de reojo el piso franco. La furgoneta contestó con cuatro ráfagas
cortas. Dejaron el coche a una distancia prudencial y se bajaron. Anduvieron
con naturalidad hasta llegar a la puerta trasera que inmediatamente se abrió
para que pudiesen entrar.
En
el interior de la furgoneta cinco agentes estaban prácticamente apilados uno
encima del otro con el equipo de asalto puesto. Uno de ellos observaba por un
monitor el interior de la casa mediante infrarrojos mientras otro intentaba
detectar los posibles sonidos. El agente de mayor rango se presentó y tomó la
palabra.
-
Tenemos cuatro
terroristas en el salón principal, no captamos conversación ni ningún ruido que
nos haga sospechar de actividad alguna. Aprovecharemos para derribar la puerta
principal y cogerles rápido, imposibilitando cualquier reacción- explicó
trazando líneas imaginarias sobre el monitor.
Era
de rasgos duros, con un sombrero vaquero en la cabeza y suficiente alquitrán en
la voz como para asfaltar una carretera. “De gatillo fácil” dedujo McCormick “Lo
que hará que los demás también lo sean”. En el monitor observó a las cuatro
figuras de color rojo recostadas inmóviles. Demasiado fácil.
-
No me fío.
Alguien debería entrar por la puerta trasera.
El
sargento se llevó una cerilla a la boca y empezó a jugar con ella. Meiyar miro
a su compañero sin poder ocultar que una media sonrisa se le dibujaba en la
cara.
-
¿Haciendo amigos
Jimbo?- le susurro.
-
Vivo para ello- respondió
sin dejar de mirar al sargento.
Este
emitió un quejido y mordisqueo la madera de la cerilla.
-
No arriesgare a
mis hombres a un fuego cruzado. Recuerde que tengo el mando táctico Agente
McCormick y que usted esta aquí como simple observador. Así que… ¿Qué tal si nos
ceñimos al plan A? Ya sabe, el de… ¡No jodas al sargento al mando!
-
Muy bien sargento.
El asalto es suyo, pero la operación y los tipos que hay dentro son nuestros ¿Qué
tal si llegamos a un acuerdo?
Ladeó
la cabeza, jugó un rato con la cerilla hasta que se puso a masticarla y observo
los monitores.
-
¿Qué quiere?
-
Solo deme dos
minutos. Cuando derriben la puerta principal me estaré quieto y será cosa suya.
La
madera crujió por última vez bajo la presión de los dientes. Asintió con la
cabeza.
-
Un minuto McCormick.
“Suficiente”
pensó. Cogió una escopeta Rowning del lateral, abrió la puerta y corrió
agazapado entre los coches que había enfrente de la casa. Deslizó la corredera
hacia abajo y arriba con velocidad preparando el arma para disparar y se metió
por el lateral de la casa. Se acercó a una ventana y vio que el interior estaba
totalmente a oscuras, continuó agazapado hasta llegar a la parte de atrás. Confió
en haber calculado bien el tiempo.
15’’
Disparó a la cerradura de la puerta trasera. Se sumergió en la oscuridad. Entró
aguzando el oído.
13’’
Ruidos. A su derecha. Abrió fuego. Ruido de jirones.
10’’
Pasos acercándose. Hizo dos disparos a puntos diferentes. Fuertes llamaradas
salieron de los dos cañones. Continuo a ciegas. “Aguanta cabrón” se dijo a sí
mismo mientras se tiraba al suelo.
6’’
Lluvia de disparos cerca de él.
4’’
Silencio. Apuntó con la escopeta a las tinieblas dudando de dónde había venido
el fuego.
1’’
Explotó la puerta principal cayendo hacia dentro.
La luz de las linternas del equipo
táctico le permitió ver fugazmente una figura apuntándole. Dos disparos. El
sonido de un cuerpo cayendo sobre el parquet.
-
¡Todo el mundo a
besar el jodido suelo!
Gritos,
sonidos de disparos, mobiliario derribado, luces bailando por la casa.
McCormick vio a la figura caída con gafas de visión nocturna. Palpó la pared
con torpeza hasta tocar la base de un interruptor y presionarlo hacia arriba.
La luz cegó a los terroristas. Uno de ellos soltó su rifle, el sargento le
apuntó a la cara. Meiyar vio el dedo temblando sobre el gatillo, le agarró el
arma por debajo y los proyectiles impactaron sobre el techo cubriendo de polvo
la estancia.
Les
tiraron al suelo para esposarlos, pero el equipo de asalto estaba nervioso y
comenzaron a patearles con violencia.
El
olor a sangre y pólvora inundó toda la casa. El sargento vio los seis cuerpos
sin vida y a los tres detenidos que eran pateados por sus hombres. Se giró para
mirar a McCormick que continuaba con el dedo en el interruptor, observando los
tres cadáveres con trajes térmicos agujereados en distintos puntos por el
efecto de las postas de la escopeta. Subió la mirada hasta cruzarla con la del
sargento, el cual se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano y se
caló nuevamente el sombrero vaquero.
-
¿Cuantos canales
coge con eso?- pregunto con la única intención de enfadarle.
El
sargento escupió trozos de madera y se llevo a los detenidos al furgón. Meiyar
salió de entre la humareda y se apoyó en la pared al lado de su compañero.
-
Sabían que
veníamos.
-
Buena señal.
-
¿Buena señal?-
protesto Meiyar- ¿Desde cuando que estén a punto de hacerte un nuevo agujero en
el culo es bueno? Si eso te parece bueno podemos salir, abrir el jodido capot
del coche y conectarnos la batería a los genitales.
-
Que nos hayan
tendido una trampa sólo puede significar dos cosas: Que empezamos a molestar o
que nos estamos acercando a algo.
Escucharon
el sonido del furgón alejándose en la noche.
-
¿Los interrogamos
en el cuartel?- inquirió Meiyar.
-
No, primero
tenemos una visita pendiente.
Meiyar
se pasó la mano por la cabeza, la tenía del mismo color que el techo. Se
palmoteo la pierna para sacudirse el polvo y observó el sangriento espectáculo
que se extendía ante él.
McCormick
apoyado contra la pared le observaba impasible.
-
Conduciré yo.
Anduvieron
con la cabeza llena de interrogantes hasta el coche. McCormick aceleró dejando
marcas de neumático quemado en la carretera. Se veía a si mismo desde arriba,
desde lo más alto. Donde algún día le gustaría estar. La velocidad provocó que
la realidad de las cosas se alejase. Tras la estela del coche quedaba una
ciudad que vivía entre estertores agónicos.
Frenó
bruscamente ante una casa de estilo colonial. Las ruedas traseras gimieron y
temblaron antes de pararse por completo. McCormick bajó del coche con la
pistola en la mano y entró en el patio a base de violentas zancadas sin esperar
a Meiyar. Un Stuckmaker estaba aparcado frente al garaje y bajo una canasta de
baloncesto con la red rota. Sus ojos se detuvieron en la puerta de entrada.
Abierta. Caminó sigiloso hasta la puerta con la mano izquierda sobre la derecha
agarrando con fuerza la culata y el dedo preparado sobre el gatillo.
Se
pegó a la pared y giró la cabeza para mirar en el interior. Nada. Entro a la
cocina apuntando con la pistola a todos los ángulos. Vacío. Meiyar llegó a su
posición y McCormick le hizo señas para que mirase en el salón. Él, a la vez, abrió
la puerta del baño cubriendo con la pistola todos los espacios.
Una
puerta por registrar. Se pegaron a los lados de la pared y Meiyar bajo la
manilla despacio. La puerta comenzó a abrirse lentamente. Ningún sonido del
interior hasta que la puerta acabo su recorrido golpeando contra algo metálico.
McCormick giro la cabeza hasta que sus ojos se posaron en un pequeño charco de
rojo oscuro. Entró con la pistola en alto a la vez que Meiyar cubría con la
mirada el otro lado. Dillon Dermot estaba tumbado en la cama con la garganta
abierta de lado a lado y el rostro inerte pero aun así rebosante de dolor.
Por
el corte de la garganta burbujas de rojo vivo se asomaban y explotaban sin
sonido antes de resbalar por el cuello y empapar el colchón.
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