El sol bailaba
en el horizonte cuando McCormick dejó atrás Cooley para entrar en el
serpenteante camino que llevaba hacia Ellway Hills. Demasiadas preguntas sin
respuesta. Los atentados que se habían producido una semana atrás carecían de
sentido para él. Conocía sus formas de actuar y de pensar. No, no era lógico.
Sus acciones no eran para mandar mensajes sino para lograr objetivos. Demasiados
peces gordos implicados para lograr sus habituales pretensiones. Mucho riesgo,
“soldados” que les habían fallado, poca recompensa. ¿Donde encajaba Evan Davis
en ese entramado?
Una sensación
que parecía sacada de la nada le sacudió. El camino por el que conducía parecía
irreal y tuvo la impresión de que algo horrible ocurriría de forma inminente.
La luz se filtraba por sus pupilas abrasándolas y envolviendo todo en un manto
rojo. Su tembloroso cuerpo intentaba ajustarse a esa nueva realidad. Sintió que
comenzaba a perder el control. La imagen de él girando el volante y lanzándose
colina abajo se le aparecía inquietantemente. El corazón se revolvía
violentamente en su interior.
Algunas casas
estilo colonial muy distanciadas entre si brotaron como espectros en el
horizonte. Cuando sus manos dejaron de aferrar con violencia el volante se dio
cuenta que las tenia entumecidas.
Se metió en el
pedregoso camino que llevaba al número 14, el que estaba en la parte más alta.
Examinó cuidadosamente sus sensaciones antes de bajarse del coche y llegar al
porche de la casa. No sabía bien cómo afrontar la situación. Podría estar a
punto de interrogar tanto a una victima como a un verdugo. Confió en que su
instinto se lo dijese tras el primer saludo.
Llamó al timbre
y esperó sin respuesta. Miro de reojo a las ventanas que flanqueaban la puerta
de entrada, no había movimiento en el interior. Llamó por segunda vez sin poder
evitar darse la vuelta para observar el magnífico paisaje que tenia ante si. Le
parecía poder escuchar el murmullo de las olas deslizándose suavemente y la
brisa trayéndole recuerdos en lugar de olores.
Se dio la
vuelta para volver a llamar y se encontró con Tanya Berry envuelta en un halo
de resplandores azules. No estaba preparado para los ojos color almendra que le
miraban fijamente.
-
Agente especial McCormick, Unidad Antiterrorista-
Dijo adelantándose dos pasos y enseñándole la placa.
Ella se apoyó
en el marco de la puerta y le dedicó una sonrisa que identificó como cálida
mientras perdía la vista en el paisaje que se extendía a espaldas del agente.
McCormick pensó
en la cantidad de victimas que podía crear esa sonrisa.
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