domingo, 20 de octubre de 2013

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-          Verás, el tipo era un ladrón de poca monta- dijo Andre- Un yonqui que se metía en vena todo lo que robaba ¿Me sigues? El caso es que le metimos a una rueda de reconocimiento junto con otros colgados mientras la vieja a la que dio el tirón estaba al otro lado,…ya sabes,…con el rollo de siempre: “No hay derecho, dónde vamos a llegar” y toda esa mierda. El yonqui estaba poniéndose a malas con el poli que les metió en la rueda de reconocimiento porque decía que a todos los demás les habían pagado y a él no. El cabrón ya entró con mal pie. No paraba de darle al rollo de siempre, “soy inocente”, “abuso policial” y demás. Su escala de culpabilidad subió de cinco a nueve en unos minutos según la escala Meiyar- añadió en un guiño- Ya sabes a que me refiero. Pero lo acojonante, lo verdaderamente acojonante…vino cuando los detectives abrieron el micro y le dijeron que se adecentara poniéndose la visera de la gorra hacia delante. ¿Sabes lo que contesto el figura? “No tío, la llevaba hacia atrás cuando robe a la vieja”.

Andre Meiyar se palmoteaba la pierna jocoso mientras buscaba con la mirada algún gesto de su compañero, Jeff McCormick, que observaba con aire de reflexión las casas que se extendían a lo largo de Connor Gardens.

Meiyar había trabajado en el Distrito 14 antes de decidir trasladarse a Quántico para unirse al FBI. Llevaba ya tiempo con McCormick como compañero, pero le seguía pareciendo una auténtica incógnita. Irónico, cínico, inmutable, tranquilo y calculador. Parecía tener un control absoluto sobre si mismo.

Levantó el pie del acelerador al ver el cordón policial. Al llegar a la barrera de vallas frenó y aparcó en la acera.

Un oficial les paró con la mano en alto cuando intentaron entrar. Le enseñaron la placa y el oficial con un gesto les invitó a seguirle hasta el interior de la casa. Les llevó hacia un amplio salón donde vieron a un hombre sentado en el sofá con un enorme agujero en forma de estrella en su sien derecha. Jirones de piel desgarrados le colgaban moviéndose levemente por la brisa que salía del aparato de aire acondicionado.

-          Nos llamó el cartero hace aproximadamente una hora,- comenzó a explicar el policía- estaba repartiendo en la casa de al lado cuando escuchó un disparo. Al llegar nos encontramos esto. Uno de los agentes metió sus huellas en la base de datos y nos salió que estaba bajo seguimiento del FBI. Presunto ‘anti-probetas’.

McCormick se acercó al cadáver y se inclinó para poder fijarse en los pequeños agujeros y trozos de carne colgando que tenía en la barbilla, frente, cabeza y mejilla izquierda. Meiyar observó la pistola reposando en su mano.

-          ¿Un problema de conciencia?- preguntó con ironía Meiyar.

McCormick se alejó hasta el otro lado del salón y pasó la vista por toda la escena. No pudo evitar la sensación de que algo no encajaba. La mano derecha sostenía el arma con el dedo índice: Una British 9 color dorado. La sangre seca había adoptado tono marrón y estaba salpicada por pared, sofá y suelo. Un hilo de espesos fluidos salía de su boca para perderse por su camisa, dejando un río de color negro por el camino.

-          ¿Vio el cartero salir a alguien de la casa?- inquirió McCormick.

El policía posó por primera vez la vista detenidamente en él. McCormick vestía de manera informal con pantalones de marrón claro anchos y una camiseta blanca que dejaba ver una estructura física fibrosa. Tenía una imagen muy alejada de la que le suponía a un Agente Federal.

-          En cuanto escuchó el disparo se alejó y llamó a la centralita. De todas formas, según nos contó, no apartó la vista de la casa y no vio movimiento alguno.
-          ¿Se ha hablado ya con los vecinos?

Le miró de arriba abajo para luego posar la vista a Meiyar, el cual observó alternativamente a los dos antes de encogerse de hombros y estudiar con detenimiento el cadáver.

-          Lo de siempre. Nadie sabe, conoce o visto nada.

McCormick salió del salón y comenzó a registrar la casa.

-          Seguramente piensen que si dicen algo serán los siguientes en una lista que ya es de por sí demasiado extensa- apostilló el oficial levantando la voz con la esperanza de que siguiese escuchándole.

Se metió las manos en los bolsillos mientras movía nerviosamente los pies y fijó la vista en el suelo como si buscase algo. Se sentía incomodo, más por la presencia de los federales que por la del cadáver. Después de unos silenciosos instantes miró a Meiyar. Raza negra, pelo ligeramente abombado con bigote y perilla cuidadosamente recortados. No podía evitar pensar en las personas como futuras descripciones en el margen de un informe.

Estaba tan absorto en reflexiones sobre cómo su capacidad laboral se convertía en incapacidad social, que no se dio cuenta de que McCormick estaba frente a él hasta que éste expresó unas vagas palabras de agradecimiento y le apoyó la mano en el brazo en gesto sutil de invitación a irse.

Salió a la calle bajo la mirada de decenas  de curiosos que parecían posicionarse ante el cordón policial. Se apoyó en la puerta de su coche pensativo y un agente se le acercó con un bloc de notas en la mano.

-          Todos ciegos jefe.
-          Lo comprendo.- respondió el oficial con la mirada perdida- Saben que si les joden lo mejor que pueden hacer es cavar un agujero. Lo más grande que puedan, porque… ¿Sabes una cosa? Lo mas seguro es que tarde o temprano acaben metidos en ese hoyo.

En el interior de la casa McCormick se agachaba sobre el cuerpo cogiéndole la mano y posaba su inerte pulgar sobre el Transmisor de Datos. En unos instantes ya tenía en pantalla su historial después de que un torbellino de nombres hubiese desfilado a gran velocidad por ella.

Meiyar percibió la preocupación en su rostro.

-          ¿Qué ocurre?

McCormick le paso el TD y Meiyar comenzó a leer el historial:

Evan Davis Abner.
Rockford. ILLINOIS
56 años. Congresista
Responsable del Acta Bugner (actualmente abolida)
Juzgado por asociación terrorista
Posible filiación a la Comisión de  la ‘Yiser’

Meiyar comprendió la preocupación de su compañero.

-          ¿Qué opinas?- preguntó finalmente.
-          No creo que se arrepintiese de nada- respondió.
-          No te sigo.
-          La British 9 es una de las automáticas más potentes que existen. Con el índice de retroceso que tiene es imposible que la siguiese sosteniendo después de volarse la tapa de los sesos. Fíjate en los agujeros de salida- continuó señalando el cadáver.
-          Demasiado irregulares. No creo que usase una munición convencional. ¿Crees que puede ser una represalia de “Nuevo Amanecer”?

A McCormick se le cruzó un extraño pensamiento. Durante unos segundos no le dio la sensación de investigar un homicidio sino de abrir una puerta que a nadie correspondía atravesar.

-          Es lo suficientemente público como para ser un aviso- reflexionó.
-          ¿Se lo pasamos al otro edificio?- pregunto Meiyar refiriéndose a la torre del Edificio Federal encargada del grupo terrorista “Nuevo Amanecer”.

McCormick valoró por unos instantes las palabras de su compañero. El comando terrorista “Nuevo Amanecer” estaba integrado por personas genéticamente modificadas. Creían ser vistos como simple tecnología producto de la ciencia. Privados de los principios de igualdad y dignidad para ser únicamente algo susceptible de ser medido en parámetros de eficacia y eficiencia. Sin embargo, al igual que la Yiser, obviaban la dignidad de las víctimas.

El asesinato de alguien que se había mostrado abiertamente en contra de ellos era un buen motivo para pensar en ellos. La importancia del ejecutado también. El único problema de esa tesis era el que planteaba la escena que tenía ante sí.

-          Probablemente han usado balas fragmentadas, parece la marca de un ejecutor… Pero si fuese obra de ellos lo habrían hecho en un sitio público, una demostración de fuerza. Esto es simplemente una ejecución, no un mensaje- concluyó.

Observó el cuerpo. Se preguntó cuántas veces habría visto escenas similares y cuántas le quedarían todavía por ver. La vida se le había ido por los agujeros de los proyectiles. La sangre enmarcando su último momento. Se sintió súbitamente mareado, como si parte de la sangre de la pared fuese suya. Como si su cuerpo también se hubiese astillado. Reprimió la necesidad de tocarse para asegurar que las heridas mortales que veía en Evan Davis no eran suyas.

El olor se le metió en la boca e inundo su nariz. El hedor flotaba en el ambiente y notó como inundaba su cuerpo, como si disolviese los poros para ocupar su espacio.

-          Mira esto- dijo Meiyar revolviendo los objetos personales del congresista.

Estiró el brazo para coger los papeles que le extendía. Parecían unas cartas personales de una mujer llamada Tanya Berry. “Siempre una mujer” pensó McCormick.

-     ¿Qué historia crees que tenían?
-          Puede que una antigua novia, fíjate en el remitente, las cartas fueron enviadas desde Francia. Es lo único personal que parece tener por aquí.
-          Llama a la central para conseguir una dirección- le pidió.

Observó cómo llegaron agentes de científica y comenzaban a situarse en torno al cadáver. Noto el desgaste de la semana pasándole factura. Demasiados gritos sin boca y demasiadas bocas para siempre sin sonrisas.

-          Su última dirección conocida es Ellway Hills 14. ¿Qué quieres que hagamos?
-          Me encargaré yo- respondió sintiendo como un dolor seco salía de su cabeza para recorrerle todo el cuerpo.
-          Ya me quedo yo con él- protestó irónico Meiyar señalando el cadáver- Me recuerda bastante a tí. Es igual de expresivo.

McCormick salió por la puerta. Un miembro de la científica se dirigió a Meiyar con una sonrisa ácida en los labios.

-          Parece que no se hacen muchos amigos en política ¿Verdad agente?
-          La unidad antiterrorista tampoco es una fiesta continua- respondió en tono seco.

Echó otro vistazo al cadáver de Evan Davis. Desde luego tenía aspecto de haber conocido mejores días. Los jirones de piel que colgaban de su sien izquierda ondeaban a modo de bandera.


-          ¿Alguien puede apagar el puto aire acondicionado?- preguntó.

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