-
Verás, el tipo era un ladrón de poca monta- dijo
Andre- Un yonqui que se metía en vena todo lo que robaba ¿Me sigues? El caso es
que le metimos a una rueda de reconocimiento junto con otros colgados mientras
la vieja a la que dio el tirón estaba al otro lado,…ya sabes,…con el rollo de
siempre: “No hay derecho, dónde vamos a llegar” y toda esa mierda. El yonqui
estaba poniéndose a malas con el poli que les metió en la rueda de
reconocimiento porque decía que a todos los demás les habían pagado y a él no. El
cabrón ya entró con mal pie. No paraba de darle al rollo de siempre, “soy
inocente”, “abuso policial” y demás. Su escala de culpabilidad subió de cinco a
nueve en unos minutos según la escala Meiyar- añadió en un guiño- Ya sabes a
que me refiero. Pero lo acojonante, lo verdaderamente acojonante…vino cuando
los detectives abrieron el micro y le dijeron que se adecentara poniéndose la
visera de la gorra hacia delante. ¿Sabes lo que contesto el figura? “No tío, la
llevaba hacia atrás cuando robe a la vieja”.
Andre Meiyar se palmoteaba
la pierna jocoso mientras buscaba con la mirada algún gesto de su compañero,
Jeff McCormick, que observaba con aire de reflexión las casas que se extendían
a lo largo de Connor Gardens.
Meiyar había trabajado en el
Distrito 14 antes de decidir trasladarse a Quántico para unirse al FBI. Llevaba
ya tiempo con McCormick como compañero, pero le seguía pareciendo una auténtica
incógnita. Irónico, cínico, inmutable, tranquilo y calculador. Parecía tener un
control absoluto sobre si mismo.
Levantó el pie del
acelerador al ver el cordón policial. Al llegar a la barrera de vallas frenó y
aparcó en la acera.
Un oficial les paró con la
mano en alto cuando intentaron entrar. Le enseñaron la placa y el oficial con
un gesto les invitó a seguirle hasta el interior de la casa. Les llevó hacia un
amplio salón donde vieron a un hombre sentado en el sofá con un enorme agujero
en forma de estrella en su sien derecha. Jirones de piel desgarrados le
colgaban moviéndose levemente por la brisa que salía del aparato de aire
acondicionado.
-
Nos llamó el cartero hace aproximadamente una hora,-
comenzó a explicar el policía- estaba repartiendo en la casa de al lado cuando
escuchó un disparo. Al llegar nos encontramos esto. Uno de los agentes metió
sus huellas en la base de datos y nos salió que estaba bajo seguimiento del
FBI. Presunto ‘anti-probetas’.
McCormick se acercó al cadáver
y se inclinó para poder fijarse en los pequeños agujeros y trozos de carne
colgando que tenía en la barbilla, frente, cabeza y mejilla izquierda. Meiyar
observó la pistola reposando en su mano.
-
¿Un problema de conciencia?- preguntó con ironía
Meiyar.
McCormick se alejó hasta el
otro lado del salón y pasó la vista por toda la escena. No pudo evitar la
sensación de que algo no encajaba. La mano derecha sostenía el arma con el dedo
índice: Una British 9 color dorado. La sangre seca había adoptado tono marrón y
estaba salpicada por pared, sofá y suelo. Un hilo de espesos fluidos salía de
su boca para perderse por su camisa, dejando un río de color negro por el
camino.
-
¿Vio el cartero salir a alguien de la casa?- inquirió
McCormick.
El policía posó por primera
vez la vista detenidamente en él. McCormick vestía de manera informal con
pantalones de marrón claro anchos y una camiseta blanca que dejaba ver una
estructura física fibrosa. Tenía una imagen muy alejada de la que le suponía a
un Agente Federal.
-
En cuanto escuchó el disparo se alejó y llamó a la
centralita. De todas formas, según nos contó, no apartó la vista de la casa y
no vio movimiento alguno.
-
¿Se ha hablado ya con los vecinos?
Le miró de arriba abajo para
luego posar la vista a Meiyar, el cual observó alternativamente a los dos antes
de encogerse de hombros y estudiar con detenimiento el cadáver.
-
Lo de siempre. Nadie sabe, conoce o visto nada.
McCormick salió del salón y
comenzó a registrar la casa.
-
Seguramente piensen que si dicen algo serán los
siguientes en una lista que ya es de por sí demasiado extensa- apostilló el
oficial levantando la voz con la esperanza de que siguiese escuchándole.
Se metió las manos en los
bolsillos mientras movía nerviosamente los pies y fijó la vista en el suelo
como si buscase algo. Se sentía incomodo, más por la presencia de los federales
que por la del cadáver. Después de unos silenciosos instantes miró a Meiyar.
Raza negra, pelo ligeramente abombado con bigote y perilla cuidadosamente
recortados. No podía evitar pensar en las personas como futuras descripciones
en el margen de un informe.
Estaba tan absorto en
reflexiones sobre cómo su capacidad laboral se convertía en incapacidad social,
que no se dio cuenta de que McCormick estaba frente a él hasta que éste expresó
unas vagas palabras de agradecimiento y le apoyó la mano en el brazo en gesto
sutil de invitación a irse.
Salió a la calle bajo la
mirada de decenas de curiosos que
parecían posicionarse ante el cordón policial. Se apoyó en la puerta de su
coche pensativo y un agente se le acercó con un bloc de notas en la mano.
-
Todos ciegos jefe.
-
Lo comprendo.- respondió el oficial con la mirada
perdida- Saben que si les joden lo mejor que pueden hacer es cavar un agujero.
Lo más grande que puedan, porque… ¿Sabes una cosa? Lo mas seguro es que tarde o
temprano acaben metidos en ese hoyo.
En el interior de la casa
McCormick se agachaba sobre el cuerpo cogiéndole la mano y posaba su inerte
pulgar sobre el Transmisor de Datos. En unos instantes ya tenía en pantalla su
historial después de que un torbellino de nombres hubiese desfilado a gran
velocidad por ella.
Meiyar percibió
la preocupación en su rostro.
-
¿Qué ocurre?
McCormick le paso el TD y
Meiyar comenzó a leer el historial:
Evan
Davis Abner.
Rockford.
ILLINOIS
56
años. Congresista
Responsable
del Acta Bugner (actualmente abolida)
Juzgado
por asociación terrorista
Posible
filiación a la Comisión de la ‘Yiser’
Meiyar comprendió la
preocupación de su compañero.
-
¿Qué opinas?- preguntó finalmente.
-
No creo que se arrepintiese de nada- respondió.
-
No te sigo.
-
La British 9 es una de las automáticas más potentes
que existen. Con el índice de retroceso que tiene es imposible que la siguiese
sosteniendo después de volarse la tapa de los sesos. Fíjate en los agujeros de
salida- continuó señalando el cadáver.
-
Demasiado irregulares. No creo que usase una
munición convencional. ¿Crees que puede ser una represalia de “Nuevo Amanecer”?
A McCormick se le cruzó un
extraño pensamiento. Durante unos segundos no le dio la sensación de investigar
un homicidio sino de abrir una puerta que a nadie correspondía atravesar.
-
Es lo suficientemente público como para ser un
aviso- reflexionó.
-
¿Se lo pasamos al otro edificio?- pregunto Meiyar
refiriéndose a la torre del Edificio Federal encargada del grupo terrorista
“Nuevo Amanecer”.
McCormick valoró por unos
instantes las palabras de su compañero. El comando terrorista “Nuevo Amanecer”
estaba integrado por personas genéticamente modificadas. Creían ser vistos como
simple tecnología producto de la ciencia. Privados de los principios de
igualdad y dignidad para ser únicamente algo susceptible de ser medido en
parámetros de eficacia y eficiencia. Sin embargo, al igual que la Yiser,
obviaban la dignidad de las víctimas.
El asesinato de alguien que
se había mostrado abiertamente en contra de ellos era un buen motivo para
pensar en ellos. La importancia del ejecutado también. El único problema de esa
tesis era el que planteaba la escena que tenía ante sí.
-
Probablemente han usado balas fragmentadas, parece
la marca de un ejecutor… Pero si fuese obra de ellos lo habrían hecho en un
sitio público, una demostración de fuerza. Esto es simplemente una ejecución,
no un mensaje- concluyó.
Observó el cuerpo. Se
preguntó cuántas veces habría visto escenas similares y cuántas le quedarían todavía
por ver. La vida se le había ido por los agujeros de los proyectiles. La sangre
enmarcando su último momento. Se sintió súbitamente mareado, como si parte de
la sangre de la pared fuese suya. Como si su cuerpo también se hubiese
astillado. Reprimió la necesidad de tocarse para asegurar que las heridas
mortales que veía en Evan Davis no eran suyas.
El olor se le metió en la
boca e inundo su nariz. El hedor flotaba en el ambiente y notó como inundaba su
cuerpo, como si disolviese los poros para ocupar su espacio.
-
Mira esto- dijo Meiyar revolviendo los objetos
personales del congresista.
Estiró el brazo para coger
los papeles que le extendía. Parecían unas cartas personales de una mujer
llamada Tanya Berry. “Siempre una mujer” pensó McCormick.
- ¿Qué historia crees que tenían?
-
Puede que una antigua novia, fíjate en el remitente,
las cartas fueron enviadas desde Francia. Es lo único personal que parece tener
por aquí.
-
Llama a la central para conseguir una dirección- le pidió.
Observó cómo llegaron
agentes de científica y comenzaban a situarse en torno al cadáver. Noto el
desgaste de la semana pasándole factura. Demasiados gritos sin boca y
demasiadas bocas para siempre sin sonrisas.
-
Su última dirección conocida es Ellway Hills 14. ¿Qué
quieres que hagamos?
-
Me encargaré yo- respondió sintiendo como un dolor
seco salía de su cabeza para recorrerle todo el cuerpo.
-
Ya me quedo yo con él- protestó irónico Meiyar
señalando el cadáver- Me recuerda bastante a tí. Es igual de expresivo.
McCormick salió por la
puerta. Un miembro de la científica se dirigió a Meiyar con una sonrisa ácida
en los labios.
-
Parece que no se hacen muchos amigos en política ¿Verdad
agente?
-
La unidad antiterrorista tampoco es una fiesta
continua- respondió en tono seco.
Echó otro vistazo al cadáver
de Evan Davis. Desde luego tenía aspecto de haber conocido mejores días. Los
jirones de piel que colgaban de su sien izquierda ondeaban a modo de bandera.
-
¿Alguien puede apagar el puto aire acondicionado?-
preguntó.
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