jueves, 15 de agosto de 2013

A la sombra del camino

Serpenteante e infinita como un látigo de fuego,
plena en sudor y rumores de sombras rotas.
Nada escapa a su control.
La ciudad vive en ocaso perpetuo.
La noche como refugio
de los que nunca se atreven a soñar.
Barcos que buscan ser mirados
para hundirse.
Colmenas y lenguas de asfalto en las calles,
en ellas todo es posible,
sólo la supervivencia se te niega
¿Cómo no consumirse si estas ardiendo?
Murmullos de figuras errantes,
las armas son su segunda piel.
Temblores.
Aprendiendo como un hombre pierde su alma.
Lenguas de asfalto lamen las calles.
Perdido en un cubo por definir.
¿Conque juego nos sorprenderá?
Por años y años olvidaste
que la sangre corre por profundos surcos.
No llames al hombre de dios,
el también perdió la fe
Solo el monje ciego escucha los colores
de la nieve roja corriendo calle abajo,
la sangre esta fría pero por ella quemare mi corazón.
Sin piernas para continuar,
sin aire para correr,
demasiado enfermo para crecer,
quiero que me veas arder.
Buscar al hombre de dios,
rezar para que crea un día mas,
sumar uno con su dolor.
Con el vecino cantar el final.
Dobla el cuello para rezar.
Enfermo para creer.
El filo acaricia la carne,
en su aislamiento se hunde.
Solo para ser observado.
La raya vertical a través de su cara
se retrasa al caer,
solo un poco de carne del hueso.
Sin excepciones.

Solo quiero que me veas arder.

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