martes, 24 de septiembre de 2013

Todos somos Leroy

Llega el momento. Dia D, hora H. La tensión se puede palpar en el grupo que pretende sorprender a un poderoso enemigo. Las gotas de sudor nublan la vista y hasta el mas duro de ellos siente un escalofrío por la columna vertebral. Toma la palabra el líder. Todos le escuchan con la devoción y el respeto de quien ha peleado en incontables batallas y ha sobrevivido para contarlas.

 Eso en el caso de que lo hiciese. Al ser preguntado por alguna de sus heroicidades se limita a encogerse de hombros. En su mirada se lee todo lo que gano y perdió. No hacen falta palabras.

Los restantes miembros dialogan con él sobre la estrategia adoptada. Todo el mundo tiene claro su misión. Incontables días de preparación les han llevado a ese momento.

Entonces ocurre. Alguien escucha susurrar "hagamoslo" (a partir de 1:25.Algún Dios benévolo quiso que tuviésemos ese pedazo de historia ante nuestros ojos). Las personas que están de espaldas a él se giran en el momento preciso en que utiliza su nombre a modo de grito de guerra. Lo que ocurrió después ya no importa. La derrota carece de significado. Él lo ha logrado. Nos ha demostrado como luchar ante la adversidad, nos ha mostrado el camino a seguir en nuestro día a día. La cabeza metida entre las piernas mientras acometemos contra los muros que nos costringen.


El individuo frente al grupo. La persona contra las injusticias sociales. El "hombre" contra la maquina. Al llegar a ese minuto mágico lo pude sentir al instante.

Ese día me sentí como un Leroy Jenkins. Ese día pese a perder, gane.

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